Como en un vidrio roto donde se refleja un felino que se acicala en el fondo del patio junto al árbol viejo que guarda las historias de sus garras. Un gato con caja, hace un revisionismo por las vivencias de una persona que trata de sobrevivir a la vorágine de la vida. De una realidad que golpea y no para. Entre poemas, se despierta a la vocecita interna de los corazones golpeados, esa que duerme dónde aguarda la soledad que dejó un adiós.
La sacude entre versos. Encuentra en la plaza del barrio al niño que fue, el sol le alumbra la piel de un sentimiento vivido. Le da la mano a su infancia, y la invita a pasear entre líneas. Demuestra que encontrar belleza en la destrucción que deja un dolor es un acto poético. Hace mitosis con su primera noción de amor. Invoca al instinto felino y se protege cada cicatriz, le ronronea a un viejo romance. Encuentra diversión y felicidad con pieles sinceras en un mundo creado entre paredes de cartón.
El autor le da la seguridad al que lee su obra, de vivir el deseo cómo la forma más auténtica de serle fiel al arte de amar. Muestra la diversidad de realidades en la pasión de los amantes. Le da voz a sus pares que matan por ser. Hace eternas entre rimas tiernas, al goce de un sentir. Aquí reposan las vivencias de una persona que pelea y milita por amor.
Este libro le habla a la parte noble del espíritu, esa que muda de piel pero no de alma. La acompaña a recorrer entre prosas, un bosque de sentimientos que se crea cuándo se decide al fin ser real. Se le habla desde el futuro a una persona que acaricia el pelaje suave de su compañerx, huele una rosa que le regaló un ser amado, mientras la poesía perfuma cada segundo que la transporta a quien fue alguna vez, erizando hasta el último pelo con sus historias.