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Descripción

[…] la cabeza mojándose en el río/ en este huerto lleno de frutales/ de flores y pájaros sin nombre/ las vacas tiradas a la sombra/ y el Taunus de mi padre/ recién lavado con el motor en marcha/ será sagrada/ la ceniza de bosta quemada en mi frente/ la nave que cruza la noche/ los dioses escondidos en el campo/ el olor de las reses a la tarde en Mataderos/ y mi madre/ viniendo hacia mí como un perro una araña en otra vida […]

«Casi siempre los libros memorables son varios libros a la misma vez. Recogen tradiciones, procedimientos, técnicas y géneros, en boga algunas veces pero con más frecuencia desusados, que además de anacrónicos habrían parecido incompatibles de no haberse reunido de esta exacta forma; también producen, en retrospectiva, una perpleja sensación de inevitabilidad. Otra vida, el debut del poeta y traductor Daniel Lipara, es uno de esos libros.

El asunto inmediato es un viaje a la India —al ashram de Sai Baba en Puttaparthi— en busca de una cura para el cáncer de la madre. Pero aún más que eso es un viaje a la infancia, en el que sin embargo no hay nostalgia; tal vez porque la infancia suele experimentarse como un largo presente, tiempo en el que por cierto se conjugan con pocas excepciones los verbos de Otra vida. Por eso es que quizá pueda leerse también como novela de iniciación en un oficio y una fe que permanecen siempre en estado de pregunta: ese presente puro es el tiempo que encarna lo sagrado, una inquietud constante en este libro; y es, a la vez, el de la poesía.»

Ezequiel Zaidenwerg – Otra Parte

«Retratos de padre, madre y familiares, seguidos de un viaje iniciático a oriente, conforma en Otra vida un deslumbrante debut lírico para el traductor Daniel Lipara»

Revista Ñ – Clarín

«Otra vida está atravesado por la pregunta de lo sagrado, pregunta que, como en todo gran poema, no halla respuesta o cierre. Acaso lo más notable de este primer libro sea que, casi sobre el final, Lipara contagia una especie de éxtasis. Un arrobamiento parecido al de quien repite un mantra, eleva una oración, entona un canto. En la serie de bellísimos poemas-cantos, que llega en el momento justo del texto, no hay ninguna respuesta, pero sí algo cercano a la experiencia mística o el trance.»

Juan Maisonnave – Revista Invisibles

«Se podría decir que es un poema narrativo, que sin dudas contiene lo que podría llamarse una experiencia o, incluso, que tiene la voluntad de enhebrar una memoria con un tono confesional. También, que el hueso del libro plasma la épica de un viaje, que ese viaje es un ritual, que hay en ese ritual un paso, una transformación y que, al final, como en toda épica el héroe, que en este caso es mismísimo yo poético, quien escribe, regresa transformado.

Quien habla en esta Otra Vida empieza por revisar o, como se ha acostumbrado a decir últimamente, revisitar los personajes del origen. Toda familia hace de su historia un mito, y aquí el poeta repasa la mitología familiar, a sus diosas y sus héroes:

La Tía, Susana, flor de loto, la que «siempre tiene ángeles, calcomanías con ángeles que compra al por mayor en Once y los regala porque dice Dios me escucha»

El Padre, Jorge, el Labrador, y junto con él, también cierto mito de la patria, en este caso, la tierra del padre, que nos lleva hasta la isla Lipari, en el Egeo, y también nos anticipa esa épica del viaje: «A una tierra escarpada llegó por fin Ulises con sus naves negras, es el hogar de Eolo, el dios querido por los dioses, dios del viento.»

La Madre, Liliana, flor de lirio. La memoria le da forma a la mujer que «mide un metro ochenta tiene los huesos grandes, el pelo teñido de rubio, vestidos de bambula blanca sobre la piel blanca con venas azules, la piel llena de perfume, llena de collares que usa en casa».

Y más adelante, la voz que narra se hace más presente, empieza a ganar el centro de la escena, es parte de la memoria, pero siempre en estricto presente:

«Tengo once años, mi madre y yo desayunamos jugo de naranja en un café y pienso no voy a acordarme de ella, no voy a darme cuenta si la veo en otra vida.»

El viaje aquí es tanto medio como fin. Está la madre que busca una cura en ese viaje y está quien encuentra lo sagrado. En cualquier caso, el viaje es un rito.

Hay preguntas vitales, existenciales, hay la extrañeza, hay la oración y hay el silencio, hay recuerdos firmes, nítidos y también, cuando el poeta repasa, la memoria se devela parcial, y el recuerdo de ese niño de once años empieza a desgranarse en imágenes y el poema también se deshilacha en pequeños fragmentos, situaciones. Y ahí llega la pregunta por lo sagrado, y con esa pregunta se compacta nuevamente la forma del poema y algo se revela como en una alucinación.

«¿es esto lo sagrado?» Se pregunta el niño, al final del viaje.

También, en Otra Vida, es la pregunta del poeta.»
Valentina Rebasa y Miguel Balaguer – Informe de lectura