En Úlichen, Silvia Mellado nos lleva hasta el territorio que habita el pueblo selknam, y de regreso al suelo mapuche. Nos abre a las costumbres, prácticas y ritos que las lenguas traen desde antes de los tiempos de Puerto del Hambre, y rememora también los tiempos del desposeimiento, las enfermedades, la devastación. Cada poema aviva las voces de las mujeres que cuentan de la ceremonia expropiada del Hain, de las estratagemas de supervivencia —“No reveles nunca tu verdadero nombre y, / si lo haces, / encárgate de que lo pronuncien mal”—, de las historias de amor, de afán de conocimiento, de destierro, de ilusión y esperanza, de padecimientos y muerte. Los buscadores de los tesoros de la Tierra llegan, arrasan, destruyen, se quedan, pero son ellas, las niñas solitarias, las madres que tejen, que montan, que crian, las que con “un hilo de voz [...] / demasiado fino / para palabra” igual hablan, cantan, cuentan, se sumergen juntas, cumplen sus deseos a escondidas, ríen y celebran los aprendizajes, los caminos recorridos, el refugio y la compañía.
Poesía, como la llamaba Macky Corbalán, entrama en estos textos múltiples testimonios de la historia, la antropología y la literatura, y dice en presente lo que el tiempo nunca debe dejarle al olvido: un pasado que aún perdura, un orden de explotación y servidumbre que aún se sostiene y, sobre todo, “esa palabra celebradora que nos hermana”.