Guy de Maupassant gozó de una enorme popularidad tanto en vida como después de muerto. Sus novelas, así como sus cuentos, fueron objeto de cientos de ediciones y de otras tantas traducciones a las más diversas lenguas. Esto no significa que no haya tenido serios detractores, sobre todo entre sus connacionales, quienes consideraron su prosa como desmañada y falta de estilo, sin prestar atención a su increíble efectividad narrativa, que lo estableció como modelo en otras literaturas. Por eso, contradiciendo las pretensiones textualistas de la teoría literaria —fundamentalmente francesa— de los últimos cincuenta años, tal vez sea hora de volver a la muy estrecha relación entre las circunstancias de la vida de Maupassant como fuente de buena parte de lo que escribió. Sus cuentos, por donde desfilan su pasión por las mujeres, sus muchos excesos, el canotaje, sus observaciones sobre la guerra franco-prusiana, su absoluto desprecio por la moral burguesa y las convenciones de su tiempo, y los atisbos de su propia locura son el lugar ideal para emprender la nueva lectura que propone esta antología cronológica que, a contracorriente de estos tiempos, plantea volver a leer con contexto. Jorge Fondebrider