En enero 2024 emprendimos un clásico viaje de amigas: unos días en Rio de Janeiro. Agregamos una parada en San Pablo para ver los museos y los edificios brutalistas, atraídas por el mito de la Gran Ciudad Latinoamericana. En ese viaje se fundó un pensamiento sobre lo “otro”. Nos sorprendió estar a dos horas cuarenticinco minutos de vuelo de Buenos Aires y ver que todo era muy distinto. E igual. La perplejidad de un primer encuentro con alguien, en el que se miden las distancias y las cercanías. El calor, la radical desigualdad, la fruta, los animales, otras formas de la violencia, la lengua. Lo distinto, si una escucha, produce una pregunta. En este libro escuchamos y dejamos, por ahora, el lugar de la respuesta a ustedes.
Halperin Dongui dice en “Una nación para el desierto argentino” sobre el exilio de Alberdi: “es sabido que los viajes son la mejor escuela para la juventud...” Nos quedamos con los puntos suspensivos de la afirmación. Porque en el viaje se aprende, sí, pero no con una lógica escolar, sino con la dinámica tropezada de la ficción.
En agosto de 2024 fui a estudiar al estado de San Pablo y volví con unos cuentos escritos en un aula bajo el aire acondicionado cada martes por la tarde. Desconfiaba de la enseñanza de la “escritura creativa”, pero me equivoqué: de algo sirvió sentarse todos las semanas a escribir en la universidad.
Ojalá puedan explorar a través de estos cuentos aunque sea un poco del país continental.