En África, donde la tierra respira calor antiguo y las sombras se inclinan ante el eclipse, algo primitivo vuelve a despertar. Las Nidrum —guardianas que custodian un legado transmitido en susurros— modelan con sus manos un destino que no olvidan.
Esteban, el chamán que huyó de La Cola del Dragón, vuelve al enigma. Carga la niebla en la piel y un eco que no cesa. En un valle oculto, donde el sol se deja devorar por la luna, descubre a Dinka, la muchacha nacida del barro. No lleva una cicatriz, sino un mapa. No está sola: la acompaña un linaje de mujeres que no esperan salvadores; confían en la arcilla viva, en rituales que abren grietas en la conciencia, en la sangre como un fuego que crepita.
Hay un libro que debe ser resguardado, una amenaza que regresa con formas nuevas y una herencia sagrada que se resiste a ser dicha. Esta no es solo una historia de poder y renacimiento. Es una historia donde lo inexplicable no se aclara: se manifiesta.
Aro de fuego, segunda parte de la saga iniciada con El espíritu de la niebla, puede leerse de manera independiente, aunque quienes hayan recorrido la primera novela, reconocerán la vibración que conecta a ambas. Esteban es ese hilo: quien recuerda sin entender, quien busca sin saber qué.
Con una prosa rica y sensorial, escrita a cuatro manos por Andrea Cisneros y Cristina González, el texto construye un universo coral, donde lo femenino articula sentido, evocación y entidad narrativa. Desarma el mito del héroe individual, la linealidad del tiempo, y desafía la supremacía de la razón. En su lugar, teje un mundo donde el conocimiento se siente, se sueña, se hereda. El texto dialoga con Aura, Los recuerdos del porvenir, Cien años de soledad, El Aleph, Los papeles salvajes y el cine ritual de Daughters of the Dust. Pero como todo hechizo vivo, encuentra su voz más allá de todo espejo.
Esta es una pieza literaria de un eclipse que no se apaga con el sol. Es una brasa en la memoria del cuerpo. Y hay relatos, como este, que solo se abren a quien se atreve a entrar en la llama, sin la promesa de despertar de ese fuego.