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Descripción

«Eso no puede decirse, no puede escribirse, no puede pensarse; se vive, es todo», afirma Sartre en el epígrafe de este libro que trabaja, precisamente, en el hiato –el espacio vacío– que se abre entre escritura y vida. En efecto, los siete cuentos de Espacios vacíos pueden leerse como una constatación de que vivir y contar la vida no son lo mismo o, en otras palabras, de que no alcanza con vivir para contar. Sin embargo, a medida que uno avanza en la lectura comienza a sospechar que tal vez vivir no sea todo, que tal vez el hiato que –es innegable– existe entre vivir y escribir pueda ser salvado de alguna forma. Y es que, por medio de un trabajo que se parece al de los sueños, este libro realiza una serie de operaciones sobre la materia de lo vivido, que así se muestra y se oculta, se desplaza y se multiplica.

A medida que uno avanza en la lectura, entonces, comienza también a preguntarse si estos siete cuentos no son en verdad los capítulos de una novela, que no solo comparten personaje sino que además están unidos por las preguntas que uno tras otro llevan a formular: ¿cómo se cuenta una vida? Y a la vez: ¿cuántas vidas entran en una vida?

Es al decir, escribir, pensar que descubrimos que hay muchas maneras de contar nuestras historias, y más aun, que no hay una sola historia, que no somos una única persona a lo largo del tiempo ni, tampoco, ante cada situación. Es porque podemos decir, escribir, pensar que la vida se multiplica. Espacios vacíos es, pues, un libro de cuentos –de géneros por otra parte diferentes: diario, cuento clásico, diálogo– que pueden leerse como los capítulos de una novela que cuenta las múltiples vidas de un hombre que es muchos hombres.

No se trata, sin embargo, de un rompecabezas: no hay imagen completa y no hay coincidencia entre las piezas. Más bien, si hay una imagen que cabe a Espacios vacíos es la del centauro, que Ezra Pound usó para definir a la poesía: un ser de naturaleza doble, en el que la fuerza animal de la vida se mueve guiada por la cabeza de un hombre que pone en palabras y organiza, pero que sin aquella fuerza no es nada. Sí: este libro podría definirse a partir de ese movimiento, incesante y doble, de la tensión entre una vida y una escritura que se mueven juntas pero nunca coinciden.

Lara Segade