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Descripción

 

Después de tomar notas durante años, Sabina Urraca se encierra a tratar de darle una forma a toda esa acumulación dispersa, a intentar hacer foco y extraer, de ese montón de materia prima, una novela. Y, mientras tanto, sigue tomando notas, no ya sobre la novela en sí, sino sobre el proceso de escritura de la novela, sobre lo que sucede en la mente, el cuerpo y el ánimo de un escritor mientras escribe.
Este es un diario de escritura y de posponer la escritura; de comparar cómo antes escribir era fácil y ahora ya no lo es; de los vericuetos que podemos inventarnos para no sentarnos a escribir; de las dudas que nos carcomen pese a que la escritura fluye y -supuestamente- todo va bien; del darse ánimos y hacerse trampas para no caer en la desazón, de los amigos que acompañan y de la soledad necesaria, del compromiso, el deseo y los fantasmas que rondan a nuestras espaldas mientras las yemas de nuestros dedos se detienen sobre el teclado.

“Ojalá el libro me importase menos. Es como alguien de quien me he enamorado. Cuando hablo con ese alguien, me atenaza la timidez, me siento fea y hago gestos raros, forzados. Me voy contracturando. Así es como escribo este libro”.
A lo largo del diario, una y otra vez, Sabina busca metáforas para narrar la escritura, intentos de definir qué es escribir, por qué, para qué se escribe. Me gusta particularmente esta comparación: la novela como alguien de quién nos hemos enamorado y el riesgo, siempre ahí, latente hasta el punto final, de que ese amor no sea correspondido. De esa ansiedad, de esas dudas constantes y también de esa felicidad de la seducción y el anhelo, está hecho este libro. Un libro inteligente, generoso e intrépido, de puertas abiertas, de trapitos al sol. Un libro exquisito y profundo, de una frescura y una sinceridad que se celebra y se agradece. 

Federico Falco